Mundos íntimos. En 1977, con mi hija nos internamos en el pabellón de desahuciados de una maternidad. Allí todo era a cara o cruz.

Mundos íntimos. En 1977, con mi hija nos internamos en el pabellón de desahuciados de una maternidad. Allí todo era a cara o cruz.
El cerebro. Una infección había dejado ciega a la nena de poco más de un año. El hospital fue un mundo extraño: mujeres que preferían rituales del curandero mientras otras desconfiaban de la intelectual.